Enviar dinero con criptomonedas puede ser una salvación, y también un lío.
Voy a empezar con una historia que se repite en medio mundo. Una persona deja su país buscando una vida mejor. Trabaja en otro continente, gana su dinero (a veces poco, a veces sudando mucho) y quiere enviárselo a su familia. Va a una oficina de envíos de dinero, espera en una cola, rellena papeles, paga una comisión que da rabia… y su madre o su hermano, allá en su pueblo, tarda días en recibir los euros, dólares o lo que sea.
Ahora imagínate hacer lo mismo, pero en segundos. Sin pasar por un banco. Sin pagar una comisión del 10%. Sin que te pregunten hasta el grupo sanguíneo. Solo tú, tu wallet y el destino. Pues eso es lo que las criptomonedas están empezando a ofrecer en el mundo de las remesas internacionales.
Pero antes de emocionarnos, también te digo: no todo es perfecto. Hay luces y sombras, y de eso va este artículo. De lo que sí, de lo que no, de lo que podría cambiarlo todo… y de lo que todavía jode bastante.
Las remesas son una necesidad, no un capricho
No estamos hablando de traders jugando con gráficos ni de ricos metidos en DeFi. Esto va de familias que dependen de ese dinero. En muchos países en desarrollo, las remesas representan un % brutal del PIB. Para que te hagas una idea: en El Salvador, por ejemplo, las remesas representan más del 20% del producto interior bruto. En Filipinas, más del 9%. En Haití, casi el 24%. Es decir, sin ese dinerito que mandan desde fuera, se cae todo.
¿Y cómo se manda ese dinero hoy en día? Pues en su mayoría a través de empresas como Western Union o MoneyGram. Son rápidas, sí, pero no baratas. Y a veces hay comisiones escondidas en el tipo de cambio. A eso súmale que el que recibe puede tener que ir a una oficina física, hacer cola y perder parte del día solo para cobrar.
Y ahí es donde entran las criptomonedas con una promesa que suena tentadora: «manda dinero a cualquier parte del mundo, en segundos, y con comisiones casi nulas».
¿Qué tienen las cripto que las hace tan potentes para enviar dinero?
Primero, que no dependen de bancos. Las blockchains no cierran los fines de semana, no se caen los lunes por mantenimiento, ni te piden documentos hasta por respirar. Si tienes acceso a internet, ya estás dentro del juego.
Segundo, la velocidad. Puedes mandar USDT desde España a Venezuela o a Nigeria y que llegue en segundos. Y sí, esto ya está pasando. Hay familias usando stablecoins porque su moneda local está hecha trizas, y esto les salva el mes.
Tercero, las comisiones. En muchas redes, el coste de una transferencia puede ser de céntimos. O menos. Nada que ver con los 10, 15 o incluso 25€ que te cobran algunas empresas de remesas tradicionales por mover 100€.
Y cuarto: privacidad. No necesitas que nadie apruebe tu envío. No hay formularios. No hay explicaciones. Solo tú y tu clave privada. Obvio, esto también tiene sus riesgos, pero para mucha gente en situaciones complicadas, esto no es un lujo, es una necesidad.

¿Y entonces por qué no todo el mundo lo hace?
Porque también hay barreras. Y no pequeñas.
Primero, la tecnología. No todo el mundo tiene acceso a un smartphone, y menos en zonas rurales. A veces ni siquiera hay buena conexión a internet. Por eso, aunque desde aquí lo veamos fácil, en muchos lugares no es tan simple como descargar una wallet y listo.
Segundo, la volatilidad. Si mandas Bitcoin o Ethereum y en lo que llega el precio cae un 10%, eso no es un detalle: es comida que ya no llega. Por eso están empezando a usarse más las stablecoins (como USDT, USDC o DAI), que están atadas al valor del dólar. Eso reduce el riesgo, pero aún así, no todo el mundo las conoce o sabe usarlas bien.
Tercero, la falta de educación financiera y confianza. ¿Qué pasaría si le mandas cripto a tu abuela y no sabe cómo acceder? ¿Y si borra la app por error? ¿Y si pierde su frase semilla? Todo esto son obstáculos reales. A veces, el problema no es la tecnología, sino las personas. No porque sean tontas, sino porque nadie se ha tomado el tiempo de explicarles bien cómo funciona.
Y cuarto, el tema legal. En algunos países, usar cripto está regulado de forma estricta, o directamente prohibido. Hay países que te bloquean las plataformas o te ponen multas si operas fuera del sistema bancario. Así que, aunque la promesa está ahí, la realidad es que no siempre es fácil implementarla a gran escala.
Casos reales donde ya funciona (y bastante bien)
En Latinoamérica, el uso de USDT para enviar remesas ya es un hecho. En Venezuela, por ejemplo, hay gente que prefiere recibir USDT que bolívares, porque saben que no se va a devaluar de un día para otro. En Nigeria, donde el sistema bancario es muy limitado para muchos jóvenes, las wallets de criptomonedas se han vuelto una herramienta vital para recibir dinero del extranjero.
Y en El Salvador (sí, el del Bitcoin Legal Tender), aunque la adopción no ha sido masiva, hay empresas trabajando para que las remesas en cripto sean más fáciles y directas. Incluso algunas apps locales convierten Bitcoin automáticamente en dólares al recibirlo.
Entonces… ¿es el futuro?
Lo que parece claro es que las criptomonedas no van a sustituir al sistema tradicional de la noche a la mañana, pero sí pueden ofrecer una alternativa real. Para muchos, ya lo están haciendo. Especialmente para quienes viven en países donde el sistema financiero no llega, o donde mandar dinero es un lujo que no pueden permitirse.
¿El reto? Hacerlo fácil. Que el receptor no necesite ser un friki de la blockchain para recibir su dinerito. Que no haya miedo de perder todo por no guardar bien una clave. Que se pueda cambiar a moneda local sin ser estafado.
Y ahí es donde los proyectos más serios están centrando sus esfuerzos ahora mismo: en educación, en interfaces sencillas, y en soluciones que combinen lo mejor de ambos mundos (cripto + fiat).
Lo que viene: ¿qué podría cambiar el juego?
Hay cosas en el horizonte que podrían hacer que el envío de remesas con cripto sea tan fácil como enviar un Bizum. Algunas ideas que ya están en marcha:
– Wallets ligadas al número de teléfono, sin necesidad de clave pública visible.
– Tarjetas cripto que convierten automáticamente a moneda local cuando pagas.
– Cajeros físicos en zonas rurales para retirar efectivo a partir de cripto.
– Integraciones con WhatsApp, Telegram o SMS para operar desde cualquier móvil.
Todo esto ya se está desarrollando. No es ciencia ficción. Es 2025, y va rápido.
Conclusión sin resumen: porque esto hay que decirlo bien
Las criptomonedas pueden ser una bendición para las personas que necesitan enviar dinero al otro lado del mundo. Especialmente cuando el sistema tradicional es lento, caro y complicado. Pero para que funcione de verdad, hacen falta soluciones más humanas, más accesibles, y sobre todo más seguras. La tecnología ya está. Ahora falta que las herramientas se adapten a las personas.
Y que no se nos olvide: detrás de cada remesa hay una historia. Hay una madre esperando, hay un hijo que trabaja lejos, hay esfuerzo. Si las cripto pueden ayudar a que ese dinero llegue más fácil, más justo y más rápido, entonces merece la pena.